Nunca me ha importado estar sola, la verdad me gusta la sensación de libertad en espíritu, al menos que en realidad me sienta sola. Eso es algo que no me gusta. Me aterra, para ser sincera, la lluvia me gusta, siempre y cuando brote sustancialmente del calor de verano ó las noches inhóspitas. Más allá, me siento sola, y no me gusta. Leo. Escribo. Murmuro. Me acuerdo de ti. Río. Lagos y lagunas. Y recuerdo que me hace daño tu recuerdo, espero, las nubes, el cielo, todo es ajeno a mí, últimamente hasta mi hogar, aunque las sonrisas de la gente me recuerdan que siempre podré encontrarme en cualquier lugar, mirándome a través de los símbolos que creo me representan, cómo decía Baudelaire “El mundo es un bosque de símbolos, pobre aquel que no sepa leerlos”. Qué será de mí? Nadie ha sabido eso, nadie tiene porque, y que importa, a mí no me importa, y ya que se carece de importancia, como dije hace unos años, la vida, la habremos de vivir libres, sin prejuicios, ni esperanzas, solo con la realidad y de vez en cuando… con un trozo de carbón en el bolsillo para cuando se apague la luz de París, dibujarnos una linterna.
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